De Foreign Affairs En Español, Octubre-Diciembre 2007
En momentos de gran peligro durante el siglo pasado, mandatarios estadounidenses como Franklin Roosevelt, Harry Truman y John F. Kennedy lograron tanto proteger al pueblo estadounidense como ampliar las oportunidades para la siguiente generación. Más aún, se aseguraron de que Estados Unidos, por medio de sus acciones y ejemplo, guiara e inspirara al mundo, de que defendiéramos y lucháramos por las libertades que miles de millones de personas buscaban fuera de nuestras fronteras.
Roosevelt construyó las fuerzas armadas más impresionantes que el planeta hubiera visto jamás, y sus Cuatro Libertades dieron un propósito a nuestra lucha en contra del fascismo. Truman defendió una nueva y audaz arquitectura para responder a la amenaza soviética, que combinó el poderío militar con el Plan Marshall y ayudó a garantizar la paz y el bienestar de las naciones en todo el mundo. Cuando el colonialismo se derrumbó y la Unión Soviética alcanzó una auténtica paridad nuclear, Kennedy modernizó nuestra doctrina militar, fortaleció nuestras fuerzas convencionales y creó el Cuerpo de Paz y la Alianza para el Progreso. Estos hombres se valieron de nuestras fortalezas para mostrar a la gente de todas partes la mejor cara de Estados Unidos.
Reconocer el número y la complejidad de estas amenazas no es entregarse al pesimismo. Más bien es un llamado a la acción. Estas amenazas exigen una nueva visión de liderazgo en el siglo XXI -- una visión que se basa en el pasado pero que no está limitada por un pensamiento obsoleto -- . El gobierno de Bush respondió a los ataques no convencionales del 11-S con un pensamiento convencional del pasado, que en gran medida veía los problemas como si fueran entre Estados y, por tanto, pudieran resolverse principalmente con medios militares. Esta visión lamentablemente errónea fue la que nos llevó a una guerra en Irak que nunca debería haberse autorizado y nunca debería haberse emprendido. Tras los sucesos de Irak y Abu Ghraib, el mundo ha perdido la confianza en nuestros propósitos y nuestros principios.
Para renovar el liderazgo estadounidense en el mundo, primero debemos dar a la guerra de Irak un final responsable y redirigir nuestra atención a un Medio Oriente más amplio. Irak fue una desviación de la lucha contra los terroristas que nos golpearon el 11-S, y el incompetente ejercicio de la guerra por parte de los mandos civiles de Estados Unidos agravó el error estratégico de decidir emprenderla. A la fecha se han perdido más de 3300 vidas estadounidenses, y miles más sufren heridas tanto visibles como invisibles. más aquí...
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